jueves, 22 de octubre de 2009

CENSURA EN LOS CINES ESPAÑOLES

Lo siento chicos, pero esto me parece ya el colmo.

Aviso, esta va a ser una entrada muy fuerte y no apta para menores.

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YO YA HE AVISADO.






Esto se emitió en los cines normales. Era Lucía y el sexo.




Esto se emitió en los cines normales. Era Crimen ferpecto.




Esto se emitió en los cines normales. Era Jamón, jamón.




Esto se emitió en los cines normales. Era Amor, curiosidad, prozac y dudas





En fin, no sigo, porque no creo que haga falta.

¿Por qué esta sucesión de porno en este blog tan respetable? Porque es la mejor manera que se me ha ocurrido para protestar contra esto (versión Elmundo) esto (versión Elpaís). Vamos, que ahora porque al ICAA (o sea, al Ministerio de "Kultura") le sale de ahí, resulta que si yo quiero ver la última película de la saga de SAW, me tengo que meter en un cine porno. ¡Manda carajo!

En serio, ya no sabéis cómo promocionar las películas españolas. Vale (QUE NO)que uséis mis impuestos para pagarlas aunque no las vea nadie. Vale (QUE NO) que promulgarais una ley obligando a los cines exhibir un porcentaje mínimo de películas españolas, haciendo quebrar y cerrar a los cines de una sola sala (que por porcentaje sólo podía poner la española, y claro, no iba nadie). Pero que ahora empecéis a impedirme ver lo que quiero ver, o a meterme en un cine cochambroso lleno de salidos, me está empezando a tocar las narices.

POR FAVOR, SENTIDO COMÚN YA.

lunes, 12 de octubre de 2009

¡Quién te ha visto y quién te ve!

Cómo han cambiado los ídolos de nuestra infancia. Algunos no tanto en cuanto a aspecto, pero físicamente están bastante mal (hablo de mi queridísimo Michael J. Fox), otros están irreconocibles (Mel Gibson), y otros no han cambiado apenas (Depp o Clooney). Los que no han cambiado, tienen menos misterio. Pero ¿qué ha sido de...?



¿Os acordáis de esa piloto taaaan guapa que protagonizaba junto al doctor Fleischmann la serie Doctor en Alaska? Al médico, Joel, le tenemos localizado en Numb3rs, pero ¿qué pasó con O'Connell?



Yo he llegado a oír rumores sobre su homosexualidad. Pues bien, no es así. Janine Turner siguió haciendo televisión, es madre soltera de una preciosa niña, y ha resultado una activista política, republicana, y admiradora de Sarah Palin. No, no me lo invento, lo dice ella misma en este vídeo.



A mi parecer, le sentaba mejor el pelo corto. A lo mejor no, pero es que ¡era tan graciosa Maggie O'Connell!

Pero es que el tiempo pasa para todos. Si no, pinchad aquí y mirad cómo estaban todos por lo menos un lustro después de finalizar la serie

jueves, 1 de octubre de 2009

Big Bang



Nuestro universo entero se encontraba en un estado caliente y denso.
Entonces hace casi 14 mil millones de años empezó la expansión, espera... La Tierra empezó a enfriarse, los seres autótrofos comenzaron a babear, los neandertales inventaron las herramientas, construimos una muralla(construimos las pirámides),
matemáticas, ciencias, historia, desentrañando los misterios ¡y que todo empezó con el big bang!




A quién no le suena ya esta canción dicharachera, y es que los personajes de la serie Big Bang Theory han hecho mella en nuestros corazones. Quizá porque son una panda de frikis creíbles (lo siento por los seguidores de IT Crowd, que aunque graciosos, provocan poca empatía), con una mente privilegiada y un corazón casi virgen, aunque adorables.

El planteamiento es el siguiente: dos amigos y colegas (de alto cociente intelectual), Sheldon Cooper y Leonard Hofstadter, viven en un edificio de esos tan neoyorkino donde se comparten lavadoras. Descubren un buen día que tienen una nueva vecina, la potente y no tan inteligente Penny. Trabaja de camarera y su aspiración es ser actriz. Para Sheldon no es ningún acontecimiento importante, probablemente a causa de su síndrome de Asperger (enfermedad que ya aparece en otras series como Boston Legal, o Bones, y que se está convirtiendo en la muletilla cómica de Hollywood). Pero para Leonard supondrá todo un flechazo. Sea como sea, la relación entre vecinos supone el eje argumental de esta hilarante serie, aderezada con dos personajes más que le dan ese toque tan geek: Howard el judío -un donjuán frustrado-, y Rajesh el indio, que debido a cierto trastorno que no sé explicar, es incapaz de hablar a las mujeres (de hecho es incapaz de hablar en voz alta cuando hay una mujer delante).



Dato curioso: A pesar del horrible aspecto de Leonard, se trata de un chico bastante agraciado que tuvo, hace un tiempo, un papel en la serie Roseanne, protagonizada por John Goodman.

Este era, más o menos, su aspecto.

domingo, 30 de agosto de 2009

Clash of the Titans

furia de titanes

Si me preguntan por el Olimpo, inevitablemente me viene a la cabeza algo de mi más (y menos) tierna infancia, y no me refiero al "Olimpo de los Diésel" de Guillermo Summers e Ignacio Salas. Me viene a la cabeza Laurence Olivier y Ursula Andress (entre otros). Exacto, hablo de Furia de Titanes (Clash of the Titans, 1981).

furia de titanes

Es por eso que no pude/quise resistirme cuando lo vi en la estanteria de mi hipermercado. Podría hacer la crítica después de más de 15 años sin verla, pero confieso que soy demasiado indulgente con estas cosas de mi infancia, y perdono las licencias en el argumento (Pegaso no pudo ser el animal de compañía de Perseo y Kraken no pertenece a la mitología griega), y perdono esos adorables y mega-cutres efectos especiales que parecen salidos de King Kong. Pero todo eso lo podemos dejar para futuras entradas.

furia de titanesfuria de titanesfuria de titanes
de izquierda a derecha: Bubo, el búho mecánico, Calibo, uno de los malos de mi infancia y Kraken (creo, porque todos estos monstruos marinos son iguales)

Y ¡es que están haciendo un re-make! El estreno está previsto para 2010, y cuenta con un reparto de lujo. En el papel de Perseo nos encontramos a Sam Wortington (Terminator 4), Andromeda será Alexa Davalos (Las Crónicas de Riddick), Gemma Arterton (Quantum of Solace) hará de Io y Ralph Fiennes es Hades. Y como el rey de los dioses (o como diría un amigo mio, el máquina del Olimpo), Liam Neeson dará vida a Zeus.

furia de titanes

Esperemos que sepan conservar el encanto de la original. Mientras tanto, y a falta de un trailer de la nueva, os dejo con el de la vieja. Seguiremos informando. Estreno, según imdb, para el 26 de Marzo de 2010.





PD: el Gato Cuantico sale de nuevo de su caja.

domingo, 2 de agosto de 2009

El Adiós del Indomable

La vida de Curioso pero de Cine parece estar apunto de extinguirse. Entono el mea culpa por ello, no le he dedicado el tiempo que debería. El pasado mes de octubre publiqué aquí la primera parte de un reportaje sobre la vida y carrera de Paul Newman, con motivo de su fallecimiento. No quiero abandonar definitivamente el blog (aunque un blog nunca se abandona para siempre) sin publicar el reportaje al completo. Aquí va.

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EL ADIÓS DEL INDOMABLE

Se fue. Paul Newman, el último mito de Hollywood, falleció a causa de un cáncer de pulmón el pasado fin de semana. Atrás quedan decenas de actuaciones memorables y un sin fin de premios y alabanzas. Una leyenda formada con talento y personalidad en una carrera sin parangón en la historia del cine


Paul Newman había entrado en el edificio. Toda la actividad paró. Todos los ojos apuntaban a la estrella, secundada por sus compañeros de reparto. La frenética actividad del edificio de la Bolsa de Chicago se redujo a una quietud absoluta. Nadie contrataba, nadie contestaba los teléfonos. El tiempo parecía detenerse a su paso. Paul Newman, el actor mejor pagado del momento, había puesto sus pies en el parqué. Era abril de 1973; Newman, Robert Redford, Robert Shaw y el director George Roy Hill habían sido invitados por un broker a visitar la Bolsa de Chicago durante el rodaje de El Golpe. Sin embargo, la leyenda de Newman había comenzado mucho tiempo antes.


Los primeros pasos
Paul Leonard Newman nació el 26 de enero de 1925 en Shaker Heights, Cleveland, Ohio. Los ojos azules más famosos del cine echaron su primer vistazo en el frío invierno de Cleveland, en el seno de una familia acomodada. A Paul, nunca le faltó de nada, aunque su padre le educó para que conociera el valor de las cosas. Durante su niñez, no mostró ninguna inclinación importante por la interpretación, salvo dos pequeñas obras teatrales cuando aún iba al colegio de primaria. Durante su adolescencia, tuvo diferentes trabajos, mientras nacían en él los primeros brotes de rebeldía: vendió sandwiches en el Palacio de la Carne y, poco después, incluso se puso a vender enciclopedias de casa en casa. Ganó, con estos trabajos insustanciales, 500 dólares que invirtió en montar una obra teatral (por entretenimiento, casi sin vocación) en la que gastó 495, los otros cinco dólares le valieron para tomar su primera copa.

En 1941, cuando los japoneses atacaron Pearl Harbour, Newman, como muchos jóvenes de la época, abandonó temporalmente sus estudios de Económicas y Dirección de Empresas y se alistó a la Marina. Como voluntario para piloto, fue enviado a Yale para recibir un curso especializado. Ese era el lugar que Paul necesitaba. Newman encontró en Yale un aire nuevo, un universo mucho más amplio que nada de lo que había conocido. Pero le duró poco. A los cuatro meses, una revisión rutinaria reveló un defecto en sus ojos (¡en sus ojos!): era daltónico. Este asunto le apartó del sueño aéreo y fue destinado al Pacífico como operador de radio. La guerra pasó, para Newman, tan rápido como había llegado. Tras el conflicto, en 1946, y con una beca militar del gobierno, se dispuso a reanudar sus estudios, pero, esta vez, en el Kenyon College.

Apuntando maneras
Por suerte para el cine, la guerra le había hecho madurar y aclarar sus ideas. Tenía claro que el teatro era el camino. La Universidad estaba organizando una obra de teatro llamada Primera Plana y Paul echó el resto. Se presentó a la prueba para el papel principal y lo consiguió; papel que Newman recuerda muy bien: “Tuvimos una gran acogida. Me incliné varias veces y, por primera vez, tuve conciencia de estar actuando”. Paul se volcó en la actuación y apareció en varias producciones de la Universidad, y, pese a que la actuación sólo había sido, en principio, una escapada, Newman encontró su camino sobre las tablas.
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Ya con el título en sus manos (papel que poco le importaba), en 1949 se dirigió a Williams Bay, Wisconsin, con un contrato para una gira teatral de verano. Tras la gira, Newman se unió a otra compañía teatral, The Woodstock Players, donde intervino en obras como Cyrano de Bergerac, Suspect, El Zoo de Cristal (que, 40 años después, él mismo llevaría al cine) y John y Mary, donde, dándole la réplica como actriz principal, conoció a una rubia de ojos castaños llamada Jackie White. Fue un flechazo. Tras un romance relámpago, en la primavera de 1950, la pareja se escapó para casarse y, al final del verano, volvieron a unirse a la compañía. Newman actuó en 16 obras después de su boda y, tras esto, decidió tomarse un descanso del teatro para trabajar en una granja cercana a Woodstock, mientras Jackie esperaba el nacimiento de su primogénito, el malogrado Scott.
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Ese mismo año, el padre de Paul cayó gravemente enfermo. Newman regresó a Shaker Heights y cogió las riendas del negocio familiar, olvidando por un tiempo la actuación. Los negocios se le daban bien y la tienda prosperaba. Unos meses más tarde, Arthur murió. Paul resolvió vender el negocio y, mientras se completaba la transacción, trabajó en diversos lugares, entre ellos, recogiendo pelotas de golf en un club, para limpiarlas y devolverlas a un saco. La clase de rutina que le sacaba de sus casillas.
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En 1951, Newman decidió cambiar de vida y, con Jackie y el pequeño Scott al lado, dejó Shaker Heights para siempre. Con sus modestos ahorros, volvió a Yale y se matriculó en la Escuela de Arte Dramático. Allí, participó en varias obras (nada importante); pero su talento era evidente para los demás. Presentes en una de las obras (una función sobre la vida de Beethoven), estaban los agentes teatrales Liebling y Wood, que elogiaron, olvidándose de los demás, el trabajo de Newman como sobrino del músico. Quizá con este encuentro empezó todo. Paul sabía que estaba en el camino correcto y, aunque eso suponía dejar sus estudios, se fijó el objetivo que cambió su vida: Broadway.

Comienza la leyenda
Paul y Jackie se lanzaron a la aventura de la Gran Manzana y se dieron un año de plazo para averiguar si él tenía algo que hacer en el feroz mundo de Broadway. Paul se marchaba cada mañana a New York con su mejor traje (el único decente que tenía) para lograr encontrar un trabajo. Newman era un hombre afortunado. Con asombro para el propio Paul, encontró su primer trabajo en la televisión: una breve aparición en el telefilme The March of Time, donde interpretaba a un anciano y por lo que cobró 65 dólares (quién le iba a decir a él entonces que llegaría a ser el actor mejor pagado del año repetidas veces). Tras pequeños papeles en otras producciones de televisión como Tales of tomorrow o Suspense, no tardó mucho en llegar su primer papel fijo en una serie, The Aldrich Family. Poco a poco se estableció en la televisión trabajando regularmente y su rostro se tornó familiar para el público. Para entonces, Jackie ya había alumbrado a la segunda hija de la pareja, Susan, y casi a la par, Newman logró un papel en el musical Our Town.

De mano de unos viejos conocidos (Liebling y Wood) que le pusieron en contacto con el dramaturgo William Inge, Newman accedió a un casting y logró un papel en Picnic, la obra de teatro que marcaría el inicio de la leyenda. Su papel no era el protagonista, sino el de un universitario inexperto que pierde la novia (y su orgullo) ante un compañero de clase más baja; pero las críticas fueron inmejorables. El New York Daily News declaraba: “El niño rico ha sido muy bien interpretado por Paul Newman”; el New York Post afirmó: “El joven Paul Newman ha hecho un estupendo trabajo”; y R. Coleman, del New York Daily Mirror, sucumbió a Newman con un simple y rotundo “excelente”.

Picnic se representó en el teatro durante catorce meses y, con la seguridad económica que eso le daba, podía plantearse la idea de entrar en el Actors Studio, el sueño de cualquier actor. La suerte le acompañaría también aquí. La admisión dependía de dos pruebas: una frente al público y la otra frente a críticos tan notables como Elia Kazan. Una chica que también realizaba las pruebas para entrar en la prestigiosa academia necesitaba un chico para un papel de apoyo, y se lo pidió a Newman. Paul aceptó y la ayudó a que funcionase. El mundo giró inesperadamente y pocos días después de la prueba de la actriz, Paul recibió la noticia de su ingreso en el Actors. Técnicamente, él no había realizado la prueba, pero su papel de apoyo le había asegurado la plaza en la academia del Método. Talento en estado puro.

En el Actors, Newman aprendería todo lo que se puede aprender y entablaría amistad con estudiantes como Geraldine Page, Eli Wallack o Rod Steiger. Pero la amistad más importante de su vida la estableció con Joanne Woodward, una hermosa y talentosa actriz. La conoció poco antes de pisar las tablas de Picnic, y ninguno se llevó una buena impresión del otro. Sin embargo, el destino les volvió a juntar en esa obra de teatro (ella sustituía a dos de las actrices) y ambos recordaron su primer encuentro, se conocieron mucho mejor y floreció entre ellos una gran amistad personal y profesional.

Mientras tanto, Newman empezó a llamar la atención de las figuras de Hollywood, siempre en busca de caras nuevas. Newman era ya bastante conocido en New York y Hollywood parecía el siguiente paso. Pero Paul era reticente a la meca del cine. Muchos de sus compañeros del Actor’s hablaban de Hollywood con desdén, aunque en el fondo envidiaban a los elegidos. Era el momento. Newman tenía entonces 30 años, toda una carrera por delante y un contrato con la Warner Brothers para 7 años. Poco después de clausurarse Picnic, Paul decidió marcharse a California. Jackie y los niños se quedaron en Long Island, y Paul, no sin recelo, se marchó hacia el estrellato.

Un actor en la meca del cine
Los temores de Paul con respecto a Hollywood se confirmaron en cuanto puso los pies en el estudio de la Warner. A los ejecutivos les preocupaba más el color de su pelo y el dinero que podía recaudar, que su nivel de actuación. El talento de los actores y que se adecuaran a los papeles que se les daba era secundario; Hollywood estaba en el negocio del lucro. Newman no se encontraba a gusto, él se sentía actor más que estrella. Además, todos allí se regían por el “star system”, y el alcoholismo, la drogadicción y la pérdida de dignidad estaban a la orden del día. Por supuesto, había actores que se rebelaban contra eso: Humphrey Bogard, Kirk Douglas, Jack Lemmon, John Houston… Newman no se iba a dejar seducir por Hollywood y se unió a estos rebeldes, iba a ser un nuevo indomable.
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Por si esto fuera poco, lo primero que la Warner le tenía preparado podía haber acabado con su carrera antes de empezar: El cáliz de plata (The Silver Chalice, 1955), donde Newman interpretaba el papel secundario de un esclavo griego llamado Basil. Fue, sin duda, una de las peores películas de los 50 y uno de los mayores fracasos de la Warner. Años después, cuando la televisión emitió este filme, Newman publicó un anuncio en la prensa pidiendo perdón a los espectadores por la horrible película.
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Paul consiguió este papel tras un casting con el malogrado James Dean. James se quedó con Al este del edén y Newman se quedó con el cáliz. Paul se arrepentía cada día más de haberse ido a Hollywood. Las cosas no funcionaban en la pantalla grande, pero, por suerte, el teatro le rescató. Durante la última semana de rodaje, Paul consiguió el papel protagonista en la obra Horas desesperadas, y su trabajo logró apartar la pesadilla griega; las críticas a su interpretación fueron inmejorables.
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El Cáliz de Plata fue un fracaso rotundo para la taquilla y para la crítica (tuvieron que emborrachar a Paul para que fuera a verla al cine), y, mientras la Warner se pensaba qué hacer con su nuevo fichaje, Newman continuó con el teatro y yendo al Actors dos veces por semana. En los años 50, las películas para televisión era de gran calidad, y Newman encontró en ellas un buen lugar para demostrar su talento, por lo que grabó varios filmes para la pequeña pantalla.
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Ese mismo año la Warner cedió a Newman a la Metro-Goldwyn-Mayer y éstos le reclamaron para un nuevo proyecto llamado Traidor a su patria (The Rack, 1956), donde Newman interpretaría a un oficial americano acusado de colaborar con los comunistas en Corea. Esta jugada salió bien. La película tuvo un aceptable éxito de crítica y público y Paul se reconcilió con el cine.
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Un desgraciado accidente ocurrido el 30 de septiembre de 1955 cambió las perspectivas laborales de Newman. James Dean, el actor de moda de Holywood, murió al volante de su Porche Spyder, dejando un gran hueco en la meca del cine. Paul y James iban a trabajar juntos en un telefilme llamado The Battler, en el que Paul secundaba al boxeador que interpretaría Dean. La muerte del “rebelde sin causa” fue un duro golpe para Paul, habían sido grandes amigos desde que llegó a Hollywood, y su primera impresión era que The Battler no podía continuar sin James. Sin embargo, los productores le ofrecieron el papel de Dean en el filme, y Newman, tras ciertas dudas, lo aceptó como homenaje a su difunto amigo. Todo su mundo estaba apunto de cambiar.
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Y llegó el momento
The Battler se emitió de costa a costa y muchos directores, entre ellos Robert Wise, se fijaron en Newman. Con un ojo morado fruto de una pelea en un bar tras la emisión de The Battler (Paul era un actor del Método) acudió Newman a una reunión con Wise. El director había visto la película y tenía un papel para él, papel escrito en un principio para Dean y que cambiaría la vida de Newman para siempre dando inicio a la leyenda. El rebelde pasando el testigo al indomable.

Se trataba de Marcado por el odio (Somebody up there likes me, 1956), la biografía de un famoso boxeador, Rocky Graziano. Durante varios días antes de la filmación, Newman convivió con Graziano de la mañana a la noche. Estudió su manera de hablar, moverse, boxear… Paul entrenó con sparrings profesionales y se sumergió en el gimnasio; ponía todas sus energías en perfeccionar el retrato de Rocky.

Para el verano del 56, la película estaba ya preparada. Muchas fueron las comparaciones con Brando, pero con Marcado por el odio nacería una nueva leyenda del cine. “El joven actor interpreta tan acertadamente a Graziano que consigue que no se le distinga de Brando (New York Times)”. La sombra de Marlon Brando se resistía a abandonarle, pero su talento iba a llevar su figura más allá, eliminando etiquetas injustas. “Para Newman, Marcado por el odio es un recital que lo libera del handicap de su parecido con Brando. Su talento es enorme y flexible. (Variety)

El primer éxito en el cine había llegado y desde aquí, todo subiría como la espuma. Y ahora que había llegado el éxito, ¿cómo se sentía Paul? Mal. A Jackie le costaba adaptarse al éxito de su marido, aunque era lo que siempre había deseado para él. Las vidas de actor de éxito y hombre de familia convivían con dificultad. La vida personal de Newman estaba convulsa, ya que Paul sólo pensaba en Joanne Woodward, y ésta chocaba en su mente con su familia, que le esperaba en Long Island. Quería a Jackie, pero realmente ya tenía muy poco en común con ella. Newman viajaba, conocía a gente, gente con sus mismas inquietudes y, poco a poco, Jackie y Paul se habían distanciado.

Poco después de que Newman llegara a Hollywood, Joanne consiguió un contrato con la 20th Century Fox y era, como Paul, una actriz de éxito. Amigos desde Picnic, pasaban más tiempo juntos del que el matrimonio de Paul y Jackie podía soportar. Sin embargo, la educación y los valores inculcados en Newman le alejaban de la infidelidad. No pensaba ni por un momento engañar a Jackie; pero era incapaz de negar sus sentimientos hacia Joanne, y cada día que pasaba sin ella le hacía más desdichado. En el mejor momento de su vida se sentía hundido en la miseria.

La Warner Bros. le pagaba por entonces 1.000 dólares a la semana, y se llevaba 75.000 en concepto de arrendamiento. Además, las dos películas que llegarían tras Marcado por el odio y a las que estaba obligado por contrato fueron realmente horribles: Mujeres culpables (Until they sail, 1957) y Para ella un solo hombre (The Helen Morgan story, 1957).

Newman ahogó sus penas en el alcohol, llegando a ser detenido, en 1956, por conducir borracho. No quería ver a Joanne para no romper su matrimonio, pero la echaba terriblemente de menos. El sentido común afloró y recurrió al psicoanálisis, que le ayudó a seguir adelante. Sin embargo, el destino no entendía de divanes. La Warner, continuando con su explotación, arrendó a Newman a la 20th, que buscaba un actor para la adaptación de una obra de Faulkner titulada El largo y cálido verano. Newman pasó la prueba y fue elegido, y (bendito destino) la actriz que protagonizaría el filme con él era Joanne Woodward, actriz en alza tras su interpretación (valedora de un Oscar) en Las tres caras de Eva.

El destino les había juntado, trabajarían por primera vez en la misma película y su amor estaría a la vista de todos. Newman y Woodward trabajaban bien juntos y Martin Ritt, director del filme, aprovechó su química para el romance de la historia. Paul le pidió el divorcio a Jackie (que ya se sentía muy lejos de su marido) y éste se produjo sin problemas. La película fue un éxito y Newman ya estaba aposentado en Hollywood. En enero de 1958, Paul y Joanne se casaron en una pequeña capilla de Las Vegas y han sido uno de los matrimonios más estables de Hollywood, sólo truncado por la muerte de Paul; 50 años de feliz matrimonio. En marzo del mismo año se estrenó la película, y poco después Joanne recibió el Oscar por Las tres caras de Eva, y Paul fue galardonado, por El largo y cálido verano (The Long, Hot Summer, 1958), con el Premio al Mejor Actor en Cannes (el primero concedido a un americano). La pareja esperaba su primer hijo, y el siguiente filme de Paul, El zurdo (The left handed gun, 1958), obtuvo un éxito aceptable. Todo parecía ir bien para Newman.

Su siguiente película fue una joya: La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a hot tin roof, 1958), donde compartía cartel con Elisabeth Taylor. Por su interpretación en este filme, Paul ganó 17.500 dólares y consiguió su primera nominación a los Oscar, aunque no se llevó el premio (la codiciada estatuilla de le resistió hasta seis veces antes de conseguirla). La película funcionó a la perfección y Newman empezó a notar el precio de la fama. La prensa le acosaba y le atribuía romances con Taylor y otras actrices. Esto no iba con él.

Para evitar encasillarse en el drama, Paul probó suerte, junto a su esposa, con una comedia titulada Un marido en apuros (Rally’ round the flag, boys, 1959), pero la crítica no le respaldó. Volvió al drama con La ciudad frente a mí (The young philadelphians, 1959), película de guión y dirección bastante mejorables que Newman salvó con su interpretación. Esta fue la última película que rodaría con la Warner, ya que en 1959 se pudo permitir el lujo de comprar los tres años que le quedaban de contrato pagando la considerable cifra de 500.000 dólares. En estas, nació Elionor Theresa, la cuarta hija de Newman y primera con Joanne; e, inesperadamente, Paul decidió marcharse a Broadway, a probar suerte de nuevo en el teatro con una obra llamada Dulce pájaro de juventud. “La representación es magnífica. El muchacho interpretado por Newman es el centro perfecto de la obra (Brooks Atkinson)”. “Memorable, excelente (Coleman, New York Daily Mirror)”. El talento de Newman arrasaba allá donde iba.

La siguiente película que protagonizó fue una extraña elección del propio Newman, el drama lacrimógeno Desde la terraza (From the terrace, 1960), la tercera interpretación junto a su esposa. Bien en taquilla, pero nada más. Quizá Newman solamente quería algo relajado antes de entrar de pleno en la década de los 60, sus años gloriosos.

El éxito
Tras Éxodo (Exodus, 1960), película por la que cobró 200.000 dólares y donde, con serios problemas con el director, interpretaba a un oficial del movimiento clandestino judío sito en Palestina, le llegó el papel que le marcaría para toda su carrera, y que, a la larga, le iba a reportar un Oscar: El buscavidas (The Hustler, 1961), una oportunidad que lo consagraría como el gran actor que era. “Con este tuve buena impresión desde el principio” afirmaba Newman.

Era su alter ego cinematográfico, un tipo de personaje que siempre ha sobrevolado por su filmografía: el antihéroe solitario, rebelde e indomable, pero sin malas intenciones. Eddie “el rápido” Felson, un jugador de billar que engañaba a los pardillos por un puñado de dólares, y que, irremediablemente, se tiene que enfrentar, tras la tragedia, a sus fantasmas y a la moralidad en una partida interminable con Minnesotta Fats, el que decían que era el mejor. Los elogios a la interpretación de Newman (y, en realidad, a toda la película) fueron increíbles. Era la mejor interpretación de Newman hasta la fecha. “Esta vez hay algo más en su intenso ardor como el hombre que hace trampas en el juego con fervor religioso. Su listón estaba muy alto, pero esta vez lo ha superado (Alton Cook, Time)”.

De entre las nueve nominaciones a los Oscar de El buscavidas, surgió la segunda para Newman como mejor actor, pero tampoco lo consiguió en esta ocasión. Sin embargo, ganó el premio de la Academia Británica por su actuación, y El buscavidas se convirtió en un clásico del cine.

Sus dos siguientes películas, Un día volveré (Paris blues, 1961) y Cuando se tienen 20 años (Hemingway’s adventure of a young man, 1962), estuvieron eclipsadas por la sombra de Eddie Felson, aunque, en realidad, eran dos filmes sin grandes pretensiones. Después, en 1962, interpretó, ahora en la gran pantalla, el personaje principal de Dulce pájaro de juventud (Sweet bird of youth, 1962), éxito que sirvió de adelanto de otra de las célebres películas de Newman, Hud (1963), donde interpretaba a otro antihéroe, un ganadero amargado, ambicioso y egoísta. De nuevo la crítica y el público aplaudió a Paul. Acababa de tener a su segunda hija con Joanne y era el actor más demandado del momento. ¿Qué más podía pedir? Un Oscar, aunque, de nuevo, solamente consiguió una nominación. Parecía tener una maldición, era su tercera nominación en cinco años.

Newman seguía empeñado en romper clichés y trabajar en una comedia. Lo hizo, junto a su mujer, en Samantha (A new kind of love, 1963), pero la comedia parecía no ser lo suyo. Tras este proyecto fallido llegaron películas sin mucho fuste como El premio (The Prize, 1963), entretenida, pero que no lograba sus pretensiones; Ella y sus maridos (What a way to go!, 1964), Cuatro confesiones (The Outrage, 1964) y Lady L (1965). Entre tanto, antes del nacimiento de su sexto retoño, Clea, estrenó (junto a su mujer) una comedia en Broadway, Baby want a kiss, demostrando que sí podía ser un buen comediante.

Tras estos proyectos, llegaría el personaje de Harper en Harper, investigador privado (Harper, the moving target, 1966), otro de los éxitos de los 60. Tras ésta trabajó con Hitchcock en Cortina rasgada (Torn Curtain, 1966) y con su viejo amigo Martin Ritt (El largo y cálido verano, Hud) en Hombre (1967)

Fue en este año, 1967, tras Hombre, cuando llegaría un nuevo título y un nuevo personaje para el recuerdo en la filmografía de Newman: La leyenda del indomable (Cool Hand Luke, 1967). Un papel que sólo Newman podía interpretar. Luke es encerrado en una dura prisión durante dos años por un delito menor (en realidad, casi surrealista). Pero él no puede vivir enjaulado. Es un indomable. Diversos intentos de fuga, alguno que otro fructífero, bravuconadas con los compañeros (“¿a que no eres capaz de comerte 50 huevos duros de una sentada?”) y un final fantástico, que Newman regó con una interpretación sobresaliente, con una sonrisa cínica llevada hasta el final en un filme carcelario tan atípico como trágico y divertido. Sólo Newman podía hacerlo, y, al parecer, sólo a Newman, de nuevo nominado por esta excepcional interpretación, se le podía escapar el Oscar por cuarta vez. “Se consideró una injusticia que Newman no se llevase el Oscar. La aclamación de la crítica rozaba la veneración. La vitalidad, destreza y sensibilidad de Newman se reconocían como únicas” apuntaba en 1990 J.C. Landry, amigo y biógrafo de Paul.

Tenía entonces 42 años (muy bien llevados) y el éxito le perseguía. Pero Newman era obstinado y volvió a probar suerte con otra comedia Comando secreto (The secret war of Harry Frigg, 1968); pero seguía sin parecer ese su sendero. En 1966 fue nombrado, en los Globos de Oro, Actor Favorito Mundial y, un año más tarde, fue nominado a Mejor Actor del año por la Asociación Nacional de Propietarios de Cines.

En 1968, siendo ya uno de los actores más aclamados de Hollywood, Newman continuaba siendo indomable. Cambió de lado y se situó detrás de las cámaras para dirigir su primer filme: Rachel, Rachel (1968). “Casi disfruto más de esto que de subir a un escenario o de plantarme delante de una cámara”, llegó a admitir Newman tras el estreno del filme. Las productoras no confiaban en el proyecto (que interpretaría Woodward) y la Warner (precisamente la Warner) solamente aportó 700.000 dólares (producir un filme en un estudio de Hollywood costaba alrededor de dos millones y medio de dólares). La película, inesperadamente, fue un éxito en todos los sentidos. Se aclamó la película (nominada al Oscar al mejor filme del año), el trabajo de Joanne e, incluso, la dirección de Newman; tanto que la revista Life destacó “los matices emocionales y la seguridad técnica, algo muy destacable para una primera película” y ganó el Globo de Oro a la mejor dirección y el premio del New York Critics Circle. Newman era imparable. Ahora le llovían ofertas para dirigir, pero prefería esperar a un proyecto que valiera la pena. Joanne fue rescatada de su inactividad laboral con esta película y recibió varios premios por su interpretación.

A finales de los 60, Newman ya cobraba 1.000.000 de dólares por película. En junio de 1969 formó una sociedad con Sydney Poitier y Barbara Streisand (en 1971 se uniría a ellos Steve McQueen) y la llamaron First Artists Productions Company. Un tiempo antes, junto a su esposa y John Foreman, había formado también otra asociación, la Newman-Foreman Company, productora del siguiente filme de Paul, Quinientas Millas (Winning, 1969), un drama inmerso en el mundo de las carreras de coches. A raíz de este filme, la pasión de Newman por los coches de carreras creció, llegándolo a convertir, con el tiempo, en una segunda (o tercera, si consideramos la dirección como algo a aparte) profesión. No quiso usar un doble y se matriculó en la escuela de Bob Bondurant. Éste percibió el don natural de Newman tras el volante. Newman fue cogiendo más y más afición a las carreras. En una semana, Paul progresó hasta dominar los mismos modelos que usaban los profesionales, y, en unos pocos meses, ya tenía el nivel suficiente para competir (aunque tardó cuatro años desde la finalización de Quinientas Millas en obtener el permiso especial que le permitía correr en carreras de competición). Más tarde formó su propio equipo, ganando con él numerosas carreras e, incluso, Paul (con más de 50 años, un auténtico viejo dentro del mundo automovilístico) ganó, en 1977, al volante de un Datsun, dos campeonatos nacionales. Pese a todos estos éxitos, el punto más álgido de su carrera y su popularidad estaba aún por llegar.

En lo más alto
Las críticas para Quinientas millas fueron realmente buenas, pero nada comparado con lo que le vendría encima con su siguiente película: Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and The Sundance Kid, 1969), donde formó un legendario equipo junto a George Roy Hill y Robert Redford. El guión de este western tan atípico había rodado por Hollywood durante muchos meses sin que nadie le hiciera demasiado caso. Sin embargo, Newman se interesó por él, le gustaba la relación de amistad que se formaba entre los dos protagonistas. De repente, al revelarse que Newman le había echado el ojo, toda la industria del cine se interesó por el proyecto, convirtiéndose en el guión más preciado del momento. Para entonces la Newman-Foreman ya le había echado el guante a los derechos. Con Newman en el papel de Butch, el jefe de la banda, el papel de Sundance Kid fue para Robert Redford y el de la chica para Katherine Ross, dirigiendo el film Roy Hill y componiendo Burt Bacharach el tan tarareado tema principal “Raindrops keep falling on my head”.

Dos hombres y un destino cosechó un éxito sin precedentes en la historia del cine. La química de Newman y Redford en pantalla era espectacular; al público, el filme le llegó al corazón; Ross ganó el Oscar a la mejor actriz; la carrera de Redford resurgió reportándole este filme varios premios y nominaciones; y en cuanto a Newman… Newman era de otro planeta. La admiración se tornó devoción y Paul alcanzó el estatus de superestrella. El Oscar se le volvió a resistir, pero era, sin duda, además de uno de los actores de más talento del momento, la estrella Número Uno Mundial en Taquillas. El filme reportó unos 30.000.000 de dólares y fue el western más taquillero de la historia del cine.

El mundo estaba a los pies de Newman, pero él los tenía bien pegados al suelo. A principios de esta década se le ofrecieron dos papeles (ahora reconocidos) que rechazó: el Padre Karras en El exorcista y Harry en Harry el sucio. Paul tenía otras cosas en mente. Newman siempre había estado interesado en los temas sociales y políticos de su país, y sus dos siguientes filmes, Un hombre de hoy (WUSA, 1970) y Casta invencible (Sometimes a great notion, 1971) fueron dos películas comprometidas de la Newman-Foreman, y en esta última Paul realizó la doble labor de actor/director con Joanne como protagonista. Después, de manos de la First Artists llegaron Los indeseables (Pocket money, 1972), El juez de la horca (The life and time of Judge Roy Bean, 1972) de John Houston, El hombre de Mackintosh (The Mackintosh man, 1973) también de Houston… ninguna con gran éxito. Ninguna salvo el tercer trabajo de Newman como director: El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (The effect of the gamma rays on Man-on-the-moon marigolds, 1972), un filme realmente mal titulado, pero admirable, que protagonizó Joanne Woodward, y que le brindó a Paul una nominación al mejor director en el festival de Cannes.

Las cosas, sin embargo, no iban bien. Una de seis era un mal promedio para la estrella más grande del momento. Necesitaba una película que le reestableciera como actor y superestrella; pero esto no iba a suceder. Su siguiente filme no le iba a reestablecer como superestrella, sino que iba a sobrepasar todos los listones conocidos. En 1973 llegó El golpe (The sting, 1973), la película que marcó su pìco de popularidad y le colocó más allá de cualquier estrella conocida, un éxito rotundo. La Academia de Hollywood, aunque no nominó a Newman, no le dio la espalda al filme y le concedió 7 estatuillas: mejor película, director, guión, montaje… un éxito. En esta película, Paul se reencontraba con sus compañeros de Dos hombres y un destino, Hill y Redford. La fórmula que tan bien había funcionado en el filme de 1969 volvió a funcionar aquí. Newman en el papel de Henry Gondorf y Redford en el del novato pero talentoso Johnny Hooker formaban una estupenda pareja en la gran pantalla, y Hill y Ward (guionista) trabajaron de manera sobresaliente.

Los golpes de la vida
A la historia de estos dos estafadores que dan el golpe de su vida al vengarse de Doyle Lonnegan con un estupendo y estudiado guión, le secundó una película espectacular (literalmente) que obedecía a la nueva moda de Hollywood, las películas de catástrofes. El coloso en llamas (The towering inferno, 1974) reunió a Newman con su socio Steve McQueen, también una gran estrella del momento, y, pese a su éxito, fue el inicio de los años malos de Newman, la segunda mitad de los 70.

Fueron años sin éxitos cinematográficos, unidos al tremendo golpe que supuso el fallecimiento, en 1978, de su hijo Scott, víctima de los fármacos y el alcohol. Aunque Paul, Joanne y Jackie intentaron que el divorcio se produjera de la forma menos dañina para los niños, Scott siempre había sido el más vulnerable. Él ya tenía siete años en el momento de la separación, y le afectó más que a sus hermanas. Su adolescencia fue problemática, debido al desarraigo y a la sensación de fracaso de Scott frente a su padre. La depresión se apoderó de él, y Paul y Jackie, aunque hicieron lo posible para ayudarle, no pudieron solucionarlo.

Para Newman, este fue un duro golpe personal inmerso en su peor momento laboral. En este bajón, Newman se refugió en los coches y en torpes proyectos cinematográficos. Fue a finales de esta década cuando se le ofreció el papel de Teniente Ripley (protagonista de la saga Alien), pero Newman lo rechazó. Fueron cinco años sin éxitos que habrían acabado con la carrera de cualquiera. La semi-secuela de Harper Con el agua al cuello (The drowning pool, 1975), un cameo en La última locura de Mel Brooks (Silent Movie, 1976), Buffalo Bill (Buffalo Bill and the indians, 1976), El castañazo (Slap shot, 1977) -esta, al menos, fue taquillera-, Quinteto (Quintet, 1978), El día del fin del mundo (When time ran out, 1979)… desidia.

El renacer de una estrella
Distrito apache (Fort Apache - The Bronx, 1981) fue el guión que necesitaba para salir del bache setentero, con Newman encarnando a un policía cincuentón en una historia que hacía honor a su nombre. A partir del moderado éxito de este filme, aconteció el renacer de Newman. Salió del agujero y de nuevo el público y la crítica le abrazó. La carrera de Paul se relanzó como ninguna lo había hecho jamás. Su increíble talento seguía estando ahí, y la década de los 80 fue testigo de ello.

En 1981 llegó Ausencia de Malicia (Absence of malice, 1981), un drama sobre la responsabilidad de la prensa que no solamente fue un éxito comercial, sino que fue aclamado como un filme reflexivo y valeroso. Newman interpretaba al hijo de un gangster (20 años después encarnaría al padre de uno de éstos) que se ve inmerso en un gran conflicto tras la muerte de su progenitor. Este papel le valió su quinta nominación a los Oscar (sexta si contamos la de mejor película por Rachel, Rachel), pero se le volvió a escapar. No importaba. Con su siguiente película consiguió otra nominación de la Academia de Hollywood al mejor actor principal. La sexta. El filme en cuestión era Veredicto final (The veredict, 1982), un drama judicial dirigido por Sydney Lumet que consiguió una gran interpretación de Newman. Otro éxito, tres de tres en dos años; pero el Oscar resbaló de nuevo entre sus manos. “¿Qué diablos tiene que hacer Paul Newman para conseguir un Oscar?”, publicaba Variety a toda página. La gente no entendía que la Academia no le premiara; pero Newman no desesperaba.

En 1984 dirigió y protagonizó Harry e hijo (Harry and son, 1984), una película necesaria para Newman que le sirvió para aplacar los fantasmas por la muerte de su hijo y como homenaje a éste, sin importar la repercusión en taquilla o la crítica. Después de esto se volvió a refugiar en los coches esperando un buen proyecto en el que trabajar.

En la ceremonia de los premios de la Academia de Hollywood de 1986, Paul Newman recibió un Oscar honorífico “en reconocimiento a sus numerosas y memorables interpretaciones y su dedicación a este oficio”. Aunque dudó (eran migajas, pago atrasado para quedar bien) fue a recogerlo, y en su discurso se tomó ciertas licencias: “Agradezco de forma muy especial que este premio no esté envuelto en un certificado de defunción. Espero que mi mejor trabajo esté aún por llegar”. En la gala del año siguiente, Paul ganó el Oscar al Mejor Actor Principal por su interpretación en El color del dinero.

El color del dinero (The color of money, 1986) era el proyecto por el Paul había esperado desde Harry e hijo. Fue el propio Newman quien decidió rescatar a Eddie “el buscavidas” Felson escribiendo él mismo un guión (posteriormente mejorado por Richard Price) según las líneas de la nueva novela de Walter Tevis, cuya obra inspiró también El buscavidas. Newman se volvía a armar con el taco de billar que había tirado al final de El buscavidas, donde comprendía que la moralidad estaba por encima del dinero, y arrancó una sobria y brillante interpretación haciendo madurar 25 años al personaje que encarnó en 1961 y que le reportó su segunda nominación a los Oscar. La Academia no se pudo resistir. “Acertada reflexión generacional. Brillante puesta en escena e inteligente guión (...) De la interpretación de Paul Newman, premiada con el Oscar, sólo puede decirse una cosa: impresionante”, rezaba desde nuestro país Fernando Morales del diario El País. Martin Scorsese se encargó de la dirección, como Paul quería (aunque en la carta adjunta al guión, Newman le llamara Michael en vez de Martin) y se contó para el papel del novato y talentoso principiante con un muchacho que acababa de empezar, pero al que Newman ya le había pronosticado un gran futuro, llegándole a decir “seguro que serás uno de los grandes de Hollywood”; se trataba de Tom Cruise. Éste y su posterior trabajo en Top Gun ese mismo año, lanzaron su carrera.

Tras la vuelta al tapete de Eddie, Newman volvió a la dirección, con su mujer ante las cámaras en El zoo de cristal (The Glass menagerie, 1987), su última película como director, e intervino en tres filmes casi consecutivos: Creadores de sombras (Fat man little boy, 1989), El escándalo Blaze (Blaze, 1989) y Esperando a Mr. Bridge (Mr. And Mrs. Bridge, 1990), último filme junto a su mujer, Joanne Woodward, tras 14 colaboraciones.

Casi con 70 años, en 1993, la Academia de Hollywood le galardonó con el Jean Hersholt Humanitarian Award por su labor en obras benéficas y su labor humanitaria en el campo del alcohol y la droga.

Volvió al cine en 1994 con El gran salto (The Hudsucker Proxy, 1994), un filme de los hermanos Coen donde Newman interpretó a un supervillano; y protagonizó, también en 1994, Ni un pelo de tonto (Nobody’s fool, 1994), un personaje hecho a medida, un compendio de Luke Jackson, Eddie Felson, Butch Cassidy o, incluso, el Henry Gondorf de El golpe, pero con unos cuantos años más y la frustración de un paro forzado. Todo un pillo sin un pelo de tonto que Newman interpretaría con maestría y que le reportaría su octava nominación a los Oscar como Mejor Actor. Para seguir con la tradición (sólo interrumpida en 1987) no le dieron la estatuilla; pero Newman ya estaba de vuelta. Además, en 1996, su hija menor, Melissa, le hizo abuelo dando a luz al primer nieto de Paul: Peter Elkind.

Pasaron cuatro años hasta que Newman volviera a actuar. No había prisa para escoger proyecto, y Al caer el sol (Twilight, 1998) parecía el correcto. Un gran papel, un reparto de excepción (Gene Hackman, Susan Sarandon, James Garner) y una historia de detectives a la vieja usanza, quizá demasiado clásica para gustar a la generación postmoderna de finales del siglo XX. La década de los 90 terminó con Mensaje en una botella (Message in a bottle, 1999), secundando y adoptando a Kevin Costner, en una historia sobre un romance marino donde Newman lograba aportar un poquito de personalidad.

El ocaso de una leyenda
Dos filmes y un homenaje han sido el legado de Newman para el último milenio. En un personaje que sin duda podía haber sido Butch Cassidy con 75 años y viviendo en nuestros días, Paul interpretó a un ladrón de bancos que simula una apoplejía (magistralmente) para salir de la cárcel y seguir haciendo de las suyas en Donde este el dinero (Where the money is, 2000). Este film, aunque divertido y entretenido, y con una buena interpretación de Newman y Linda Fiorentino, hubiera sabido a poco como última película de la gran leyenda que era ya Paul Newman. Numerosas ofertas llegaron a sus manos para volver a actuar, pero fue Spielberg como productor y Sam “American beauty” Mendes tras la cámara, quienes le convencieron. Newman tenía olfato, y su papel, y el proyecto en sí, era una delicia. En Camino a la Perdición (Road to perdition, 2002), Newman interpretó brillantemente a John Rooney, el padrino de una importante banda mafiosa que tiene como protegido a Michael Sullivan (Tom Hanks), hombre, que bajo un gran respeto hacia Rooney, realiza el trabajo sucio que le permite mantener a su familia. La crítica le respaldó. “Obra maestra (...) extraordinaria, reinventa el mejor cine negro sin traicionar los códigos de este glorioso género (...) Newman y Hanks bordan sus papeles” (Carlos Boyero, Diario El Mundo).

Newman tenía 77 años, y su interpretación le valió una nueva nominación a los Oscar, esta vez como Mejor Actor Secundario, aunque al final se hizo con la estatuilla Chris Cooper por su actuación en Adaptation. Camino a la perdición sería la última aparición del legendario actor de Ohio en la gran pantalla, ya que, posteriormente, actuó en tres producciones para televisión: Freedom: A History of Us (2003) Our Town (2003) y Empire Falls (2005).

El último adiós
En 1976, en pleno apogeo de su éxito, Richard Warren Lewis le preguntó en una entrevista como le gustaría ser recordado tras su muerte; esto fue lo que Newman respondió: “Me gustaría ser recordado como un hombre que trató de ser de su tiempo, de ayudar a la gente a comunicarse, que trató de producir algo decente en su propia vida. El recuerdo de alguien que ha sabido crecer sin celebrar demasiado sus victorias, que nunca estuvo totalmente satisfecho consigo mismo. El recuerdo de alguien que no fue amilanado por los fracasos. Porque hay que seguir intentándolo. Siempre. Eso es lo más importante”.

En 2006, Paul Newman estrenó una obra atípica en su filmografía, ultimada en los estudios de Disney/Pixar. Se trató de una película de animación sobre coches de carreras llamada Cars. Paul cedía su voz al automóvil protagonista del filme, igual que James Dean cedió su leyenda a Newman en The Battler. Una última aportación en el año de las bodas de oro de su debut como actor de cine. Un homenaje a una de sus más grandes pasiones, en el medio que creo su leyenda. El último adiós del indomable.