jueves, 9 de abril de 2009

Teología y civilización, y una despedida

Hay melodías que, por cualquier razón, uno encuentra maravillosas. Algún día te visitan, quizá en mitad de alguna película. Por espacio de unos te días te conviertes en su compañero y las veneras. Las repites durante días, andando por la calle, al entrar al trabajo con una sonrisa o al ir a la cama. Finalmente desaparecen. Y sin embargo, no se han ido; permanecerán en algún rincón oculto de la mente y, el día menos pensado, te asaltarán para hacerte de nuevo compañía.

Hace relativamente poco me reencontré con una de ellas. Se metió en mi cabeza por primera vez hace mucho, mucho tiempo, cuando Internet ni siquiera existía para mí. Ni siquiera conocía su nombre, pero sí su procedencia. Aquella melodía que me entusiasmaba formaba parte de la banda sonora de Conan el Bárbaro. Ni más ni menos: la hipermuscolosa película del no menos gobernador de la actual California.

Digo lo de Internet para que quede claro. Quizá la primera vez no pudiera atrapar aquella melodía, pero esta vez sí. Esta vez tenía las armas.

La banda sonora de Conan el Bárbaro fue compuesta por Basil Poledouris. En un principio se barajó la idea de ambientar la película con temas pop (¿Queen sonando en Conan, tal vez?). Al final triunfó la cordura y Poledouris se encargó de elaborar la temática de corte épico que acompaña al héroe durante la mayor parte de sus andanzas.

Entre todos los temas, Teología y Civilización emerge en el instante que más valoro de una película en exceso hipertrofiada. Me ha costado encontrar el momento en Tutubo. Al parecer, los legionarios fans de Conan prefieren el instante en que Arnold desea almorzar con las tripas de sus enemigos o cuando plantea a Crom una interesante disyuntiva: o bien le ayuda a alcanzar su venganza, o bien se marcha al infierno. Pero les pongo en antecedentes y ya me dicen si opinan lo mismo que yo.

Conan ha sido abandonado por su amo. Ya no es esclavo, y sin embargo, vaga como un perro de pelea por los desiertos. Sin apenas haber cruzado jamás dos palabras con nadie, poco recuerda de su infancia, más allá del culto a Crom, y la veneración de lo que le enseño su padre. Y es entonces, sólo entonces, cuando se encuentra con Subotai.

http://www.youtube.com/watch?v=-Jm-tH706qw

(la inserción del video se encuentra deshabilitada, lo siento)

Conan ha salvado a Subotai de perecer bajo las fauces de los lobos, pero sólo porque le ha parecido graciosa su respuesta. Quizá no tengan mucho en común, pero, a la noche, Conan inquiere: "¿a qué Dios rezas?". Subotai reza a los Cuatro Vientos y Conan a Crom, aunque no le escuche. Crom se ríe, desde su montaña, de los Cuatro Vientos. Subotai replica: los Cuatro Vientos son eternos, y viven por encima de Crom.

Ante la magnitud de la discusión teológica y visto el empaque dialéctico de los contendientes uno esperaría que, o bien el cimmerio austriaco machacara al recién rescatado colega o bien el arquero oriental tuviera a bien poner una flecha en el ojo del primero. Sin embargo, ambos ríen y dan por terminada la discusión teológica. Como deberían terminar todas.

Y a través de la teología, la civilización, con sus hedores y sus placeres, se le descubre a Conan por primera vez. La música de Poledouris se nos aparece entonces plena y maravillosa.

A lo largo de la película, la melodía vuelve a aparecer, con cuentagotas, alguna que otra vez. No importa: la mejor escena ya ha pasado. Y lo mejor es que, gracias a Internet, podemos disfrutar una y otra vez del momento, de ésta y de mil películas más. Eso, le pese a quien le pese.

Y atrapar la melodía, esquiva y revoloteadora y compartirla una y otra vez, con todos ustedes.



Y con esto me despido. No quería dejar este blog sin mandar un último adiós. Quizá algún día retome la escritura aquí, ya que tan bien me lo he pasado compartiendo mis opiniones. Pero eso será sólo si mis compañeros virtuales deciden darle un impulso a este moribundo CPC. Sólo no sólo no puedo, es que no me apetece: este blog es mucho mejor con todos.

PD: Por cierto, ¡ésta es la entrada número 200!